Ilustración: Pamela Bertoni ® 2007

Anitram. . . .

La alineación de ciertos planetas, ha dado la pauta de que los cielos han querido que Anitram salga a recorre el Tiempo, y así descubrir los acontecimientos que determinaron la historia.
Anitram no pretende convertirse en la pitonisa de los murmullos de los hechos.
Tan solo nos cuenta estas cuestiones para que las sepamos, porque las vio, las vivió, se las contaron, las escucho en el susurro de la historia.
Nos cuenta cuentos de los cuentos, no los que sucedieron, sino lo que pudo haber sucedido, o sucederá, en un tiempo paralelo a este en donde alguien como yo o como usted estará leyendo este libro, siendo otro. Una simultaneidad de los tiempos, una historia simultánea, millones de historias simultaneas.
Hechos sucediendo al mismo tiempo, siendo otro el instante.

11/6/08

La Historia de la Soledad

Vivía donde los suyos, bordeando el río Najul, cerca del cementerio de nutrias, animal venerado en esos espacios. Transitaba el presente, pero era ajeno al tiempo. Cobraba sentido en el viento, en el silencio. El color de sus ojos descansaba tristezas añejas. Acostumbrado a estar entre todos no estando. Convivía, sin vivir auténticamente. Transcurría los días con la pereza de la existencia simple y arrolladora que los años orada en nosotros, náufragos del tiempo quieto. Compraba el diario dominicalmente, hacia sus compras donde todos, comía las nueces aprobadas por el Ministerio de Nogales y Afines, bebía agua de hojas de membrillo, como todos lo hacían en verano, para alejar calores perseguidores.

Él era un extraordinario (externo al orden en curso).Pasaba horas contemplando su colección de piedras púrpuras. Amaba, Perderse en sus brillos, descubrir sistemas solares que se morían apenas nacidos, continentes constituidos por manchas discretamente pintadas por los fríos.

Era convocado ocasionalmente a exponer sus piedras, para no dejarlo fuera de la Comunidad Banián. Así se denominaba aquella comuna, en honor a un árbol que abundaba en la zona. El árbol originario de la India, deja caer sus ramas hasta el suelo, cada una de las cuales prenden y brotan, y se convierte en un árbol; formándose así bosques enteros que son muchos árboles y un solo árbol, pues todos permanecen unidos intrínsecamente por sus raíces.
Se sentía un solo, no había logrado “puentes”, arco iris de Dios, como le llamaban por esos lugares. La incertidumbre de no encontrar brillos púrpuras en los ojos de nadie mas que en los suyos, lo acurrucaba en lugares mullidos de silencio, y ahí se quedaba, inventando estructuras de nubes, que se diluían al menor respiro del cielo.

Un día caminando por un pequeño bosque, llamado “Hebras de oro”, por el aspecto afiligranado en que el sol manchaba el lugar, vio debajo de un Alcanforero, a alguien encender fuego azul, iluminarse dulcinescamente. Se acerco, no hubo una sola palabra, se quedo silenciado por el brillo púrpura en los ojos de ella.Confundida por el esplendor de la semejanza, ella tomo una rama, la encendió y se la regalo.Se cegaron de luz. Todo fue deslumbramiento, una Edad del Sol que duro la distancia de las miradas.No se volvieron a ver nunca mas; trampas del destino, itinerario de los desencontrados.

Desde ese momento nunca más se sintió solo, único, pero la tristeza con la que vivía la llamo Sol-edad.La Sol-edad, no tiene que ver con las presencias, justamente, es la vivencia de la verdadera ausencia, la del otro, que al saber que existe, nos da certeza de nuestra posibilidad de complitud, de fulgor pleno, acontecimiento que se produce mediante la “combustión” que se inflama “con el otro”.

Somos inflamables latentes, mini-soles ignifugados por las desacertadas rutas de viaje del destino.

Incomodas certezas, que nos muestran palmariamente la soledad mas fría, la del puente, el arco Iris de Dios, quebrado para siempre.

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